miércoles, 7 de marzo de 2012

Historia de las cañas de pescar Ponce y Palmyre - MURCIA ( España)

Historia de las cañas de pescar Ponce y Palmyre

Esta historia esta escrita y vivida en persona por mi amigo y colaborador murciano D.Germán Chacón Cánovas, un amigo entrañable que ocasionalmente hace un tiempo atrás , coincidimos con el tema del coleccionismo de los antiguos materiales de pesca.

REPORTAJE
En algunas ocasiones la búsqueda se alía con el azar para producir encuentros inesperados y fructíferos. Esto me pasó hace unos días cuando no sin mucha fortuna me puse en contacto con Don Jaime Ponce, hijo de Don Pascual Ponce, gerente de cañas Ponce y Palmyre, dos marcas de reconocido prestigio que fabricaron en Murcia cañas de pescar y otros artículos de pesca como sedal a base de seda de hijuelas de gusano de seda durante muchos años del pasado siglo XX. A mi petición de que me contase algo sobre la historia de la marca, Jaime se mostró en todo momento dispuesto y con mucho gusto y buena memoria me relató el resumen que se lee a continuación, tal y como el lo hizo:

“Las dos primeras fábricas de cañas de bambú, fueron Carswell y Pascual Ponce.
De Pascual Ponce salieron los empleados que formaron Pardo Verdu ( De nombre José) y Pescamur.
Mas tarde se creó Copesca.
Pascual Ponce vendía muchisimo en Canarias. Creo recordar que una de las tiendas era Caza y Pesca.
Todas fabricaban las cañas de bambú, aunque Carswell y Pascual Ponce empezaron con las de bambú refundido.
Luego fabricaron las de fibra maciza y mas tarde las de fibra hueca. . Con la llegada de las cañas japonesas, todas tuvieron que cerrar.
Lo mismo le pasó a Sagarra.

La fabrica de cañas y artículos de pesca estaba en el Palacete Ponce. Pascual Ponce vendia cañas de las marcas Ponce y Palmyre. La fabricación de las cañas de bambú eran totalmente artesanales.
Cuando se recibían los camiones, se dejaban secar durante varios meses a la interperie, dándoles la vuelta cada cierto tiempo para que el sol hiciera su cometido por todas las partes de las cañas.
Una vez secadas, se pelaban y se enderezaban en la fragua. Las de una pieza, con longitudes hasta 9 metros, ya se podían vender.
Las demás, se cortaban en tres piezas, poniéndole los casquillos de latón y las anillas cromadas junto con el portacarrete.
Contado así parece muy sencillo, pero el periodo de fabricación duraba varias horas por cada caña.
Mas tarde, creo que por el año 1972 se empezaron a fabricar las cañas de fibra huecas.
Se compraban rollos de tela de fibra que se cortaban y pegaban a unos moldes macizos de acero. Se ponían en un horno y luego se extraía la pieza ya cocida.
Las piezas se iban embutiendo una dentro de otra para hacer la caña telescópica. Las anillas, taconeras, portacarretes y demás, se hacían en el torno. Algunos modelos de las cañas de Pascual Ponce eran:
Lamprea, River, Azohia, Cadete...










Fueron unos años muy fructíferos, llegamos a tener 80 empleados hasta que empezaron a importar de los países asiáticos. Al principio, la calidad de las cañas murcianas se imponía, pero conforme fueron bajando los precios y aumentando la calidad de las de importación, terminó por darle la puntilla. Nos quedaron solo 8-10 trabajadores y finalmente tuvimos que cerrar.

El palacete lo vendimos hace 15 años y los dueños lo dejaron caer.
Mas o menos, esta es la historia.



Saludos”





El Palacete Ponce bien merece una mención aparte. Este artículo del periódico de La Verdad hace un repaso de la historia de este edificio, sus usos como fábrica de artículos de pesca y finalmente su abandono y demolición.

El palacete Ponce: de los orígenes... ¿al final?








La Verdad 04.07.09 -

JUAN CARLOS ARGÜELLES
Con su derribo, desaparecerá también una de las últimas huellas fehacientes de la Murcia que fue y cuya herencia urbana hemos conseguido esquilmar a conciencia

Aquellos condenados al paredón que, conociendo lo inapelable de su sentencia ignoran, sin embargo, la fecha fatídica, sufren día a día una degradante aniquilación moral que les motiva a desear enfrentarse cuanto antes al pelotón de fusilamiento. Asimismo, la ciudadanía murciana nativa y el ciudadanío foráneo -dotados de una mínima conciencia estética-, experimentan una sensación mezcla de tristeza, vergüenza y rechazo contra los jerifaltes y encargados de velar por el maltrecho patrimonio municipal, cuando contemplan en el espléndido paseo del Malecón, el deterioro imparable y estremecedor del vetusto edificio señorial, conocido como palacete Ponce o la casa que sirviera de morada al insigne periodista y escritor Jara Carrillo. Yuxtapuesta a la anterior, surge la conciencia evidente de que es preciso adoptar una solución definitiva: si no es factible rehabilitarlo -y algunas voces autorizadas así lo señalan- habría que derribarlo (y reconstruirlo); aunque tal vez sea éste el objetivo último perseguido por los consentidores de su ruina.

Me atreví en un comentario previo (10-XI-2008) a censurar -suavemente y sin malicia- la inacción y desidia de los variados y bien retribuidos responsables locales, autonómicos, nacionales y, quizá también eurocomunitarios. Hasta donde alcanzo a saber, seguimos sin noticias de tan ocupada grey. Venturosamente, empero, a mi llamada reclamando el auxilio de alguna persona que conociera la historia del inmueble, ha acudido José Ramón Ponce, descendiente de la primigenia familia que lo levantó y habitó hasta su venta definitiva. Gracias a su amabilidad, he hilvanado esta breve glosa sobre sus orígenes y, ahora que presumiblemente estamos cerca de ver su final, tal vez pueda servir a modo de epitafio.

El caserón fue erigido hacia 1925 por Pascual Ponce (abuelo del cronista), quien construyó en la parte inferior una fábrica de hilatura de pescar, usando como materia prima los gusanos de seda, industria de tradición floreciente en Murcia: producían la famosa hijuela murciana, fuerte y resistente, obtenida a partir del intestino de los gusanos durante su metamorfosis desde larva a adulto. En su tiempo, la empresa contaba con más de 150 operarios por la gran demanda de hijuela, ya fuera como sedal para anzuelos o como sutura quirúrgica. El descubrimiento del nylon y las fibras sintéticas arruinó el negocio, reconvertido en fábrica de artículos de pesca, principalmente cañas de bambú con todos sus accesorios: anzuelos, carretes, boyas, etc.; el proceso industrial era más modesto y también las necesidades de plantilla (50 obreros).

De nuevo, los avances tecnológicos dieron al traste con la rentabilidad, las modernas cañas japonesas de fibra (aclaro que mis conocimientos y habilidades en el arte de pesquerías son casi nulos) obligaron a otra reorientación de la actividad empresarial, que pasó a fabricar directamente algún tipo de caña hecha con material más económico hasta mediados de 1970. Fue aquél un tiempo que los murcianos de edad madura evocan con nostalgia feliz, por el placer inigualable de los baños refrescantes y las plácidas jornadas de pesca en el Segura; surcado entonces por multitud de piraguas que remontaban la corriente hacia la Contraparada. Sin olvidar los bailes sociales y modestos saraos que se montaban en el extinto club de Remo. Pero volvamos a la cruda realidad. En su última etapa fue utilizado como almacén y tienda para la venta minoritaria de artículos pesqueros, cerrando definitivamente hacia 1995, cuando la familia propietaria vendió el inmueble.

Pascual Ponce, el fundador, destinó la parte superior del caserón a residencia familiar, distribuyendo cada uno de los pisos en dos viviendas independientes, que reservó para él y sus hijos; siendo la primera casa en Murcia que dispuso de agua corriente. Precisamente, como una de las estancias quedó libre, fue alquilada a Jara Carrillo, quien nunca llegó a ser propietario y parece que gozó de cierta munificencia por parte de su casero a la hora de abonar el alquiler; seguramente el señor Ponce se sentía profundamente orgulloso y bien pagado por contar con tan ilustre huésped como inquilino. Por cierto, la denominación «Palacete Ponce» parece que no figuró nunca en la historiografía original del edificio y es relativamente reciente (tres o cuatro años), siendo debida a alguien (desconozco la identidad) que diseñó un entretenido juego en Internet, consistente en identificar y poner nombre a monumentos y paisajes anónimos de la exultante geografía regional.

Si en verdad somos la memoria de los que fueron, cuando en las frescas mañanas de primavera vuelvan a contemplar el espectro ruinoso del otrora orgulloso palacete, recuerden esta modesta historia. Con su derribo, desaparecerá también una de las últimas huellas fehacientes de la Murcia que fue y cuya herencia urbana hemos conseguido esquilmar a conciencia. Recuerden que entre esos muros vivió y murió un hombre singular, con quien Murcia tiene una deuda impagable por su compromiso con esta tierra y sus gentes… porque gracias a las gestiones del ilustre director de El Liberal, hoy tenemos Universidad, Conservatorio o por sus muchos desvelos en lograr la canalización del Taibilla. Hoy, que con tanta fatuidad se blasona de murcianía, es difícil comprender la ingratitud y el maltrato que sus paisanos hemos dado a su casa. Si lo tienen a bien, a modo de homenaje evoquen haciendo suyos estos hondos versos de Jara Carrillo: «Yo soy de ese pueblo, que sufre y que calla/Mi voz es la suya, sus penas las mías/Mi llanto sus lágrimas…».

NOTA
Este artículo está dedicado con agradecimiento a José Ramón Ponce, a su familia actual y, especialmente, a sus antecesores.






Fotografia: http://elartesanodelaimagen.blogspot.com


Desde estas líneas quiero dar las gracias a Don Jaime Ponce por su disposición a la realización de este resumen histórico y así colaborar a que este fragmento de los orígenes de la pesca deportiva en España no se pierda en el olvido
¡Gracias Jaime!

1 comentario:

  1. Precioso articulo , Pedro eres un estudioso del coleccionismo , eres el espejo en el que nos miramos , sigue asi siempre .

    Tu amigo
    Tomas

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